jueves, 28 de febrero de 2008

Debatir

Rompo el largo silencio para comentar las últimas jugadas electorales. Los debates televisivos entre candidatos electorales tienen gran importancia, desde que Kennedy arrebató el resultado electoral previsible a Nixon.

La actual etapa "democrática" es denominada por muchos "democracia de audiencia" o "de opinión publica", porque el peso de la gobernabilidad no recae sobre el programa político ni la estructura organizativa global de el(los) partido(s) sino en el Super-Lider mediático: secretario general, número uno de la lista, presidente del partido, voz cantante, rostro en el cartel.

Es un modelo menos democrático que el anterior, en el que lo importante era cómo la estructura del partido lograba consensuar un programa político que EL PARTIDO defendía: se votaba a las siglas, al programa, independientemente de la cúpula poderosa que tubiera el parido (fruto de una necesaria burocratización del mismo). La aparición de los medios de comunicación de masas y el desarrollo de sistemas partidistas más "encorsetados" dilapidaron el desarrollo democrático en favor de un regreso a un sistema más personalista, corparativista,"marketinizado" y hasta caciquil si se quiere.

Los ciudadanos, desde entonces, con poca afiliación política o sindical, rara vez v
otan por convicción en un programa político. Votan a aquel líder que les inspira mayor confianza, el que parece menos ladrón de los dos, el que aparentemente miente menos, el que resulta más simpático, atractivo, el que conecta con uno, el que es "de los míos". Parece estúpido que se analice qué corbata llevaba Rajoy o qué gestos repetía más ZP, pero es que realmente eso era lo importante. El telespectador está recibiendo tanta información por ese "canal" como la que recibe al escuchar lo que dicen ambos contrincantes. O más.

O quizás no sea así: tal vez sí votamos convencidos de que tal o cual proyecto político es mejor que los demás (o más realizable, o más beneficioso para uno mismo). Si el caso es este, tenemos el siguiente panorama:

Si hacemos una encuesta para saber cómo se posicionan ideológicamente los españoles de 0 a 10 (de extrema izquierda a extrema derecha) obtenemos este gráfico:




Vemos que la respuesta más frecuente es el puro centro: los que no se consideran ni de izquierdas ni de derechas. Sin embargo, no son mayoría. Hay más ciudadanos de izquierdas y de derechas, pero su voto está decidido y dividido entre unos cuantos partidos que representan (más o menos) sus opiniones. Ergo, ganará el partido que logre llevarse sus votos fijos más un gran bocado de los votos de esa "mayoría" de centro. Ergo, la culpa de que los partidos de centro, tan parecidos entre sí nos gobiernen con discursos huecos y sin programa, es de una ciudadanía adecuadamente adoctrinada en la no radicalización: el resultado de unas elecciónes lo dicide una minoría despreocupada que elige al candidato que mejor le cae.

Lo óptimo sería tal vez que los resultados de esa encuesta nos dieran como resultado un gráfico en forma de M de McDonald's: con mayoría de ciudadanos de centro-izquierda y mayoría de centro-derecha, pero ninguno de "centro indeciso". Entonces, sería fácil hablar de debates múltiples, sistemas multipartidistas, y del sentido de un debate entre dos líderes, esto es, DEBATES PRESIDENCIALES, o sea, tendríamos que vivir en una república.

Como no es el caso, la única importancia de los debates reside en saber si alguno de los 2 candidatos logrará un vuelco electoral: el PSOE para lograr una mayoría amplia, en vez de por los pelos (que de momento es lo que va a pasar) y el PP para tratar de ganar. Y como Rajoy lo tiene muy pero que muy difícil, sólo le queda rezar para no meter demasiado la pata y provocar un descalabro que supondría su inmediata dimisión.

Pero da igual: ahí estarán Aguirre, Pizarro, Acebes-miente y Zaplana para trepar hasta la cima y dejarlo todo en la derecha tal y como está. Doy mi apoyo a esto, pero ahora es hora de debatir cómo vamos a hacer para que continúe gobernando la izquierda, esa que ha gobernado en la primera mitad de la legislatura, esa que ha sido el primer gobierno de izquierdas de este país desde la II República. Esa y no otra.

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